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45     LA LUZ

unque los experimentos eléctricos se remontan al año 640 a. d. C., son primordialmente los inventos del siglo XIX los que propician el salto a la modernidad: la pila de Volta, la lámpara de arco voltaico de Davy, el principio de las máquinas eléctricas de Faraday, el telégrafo de Morse, el acumulador de Planté, el teléfono de Graham Bell, la lámpara incandescente de Edison, la locomotora y el tranvía eléctricos desarrollados por la Siemens, el transformador de Zipemonsky y Deriblatky, el cine de los hermanos Lumiere, la radio de Marconi, el tubo fluorescente de Moore, el motor industrial trifásico de Ferrary, Bradley y Hasewander...


Algunos inventos eléctricos
Algunos inventos del siglo XIX relacionados con la electricidad: la pila de Volta, la lámpara de Édison,
el cine de los hermanos Lumiere...

La principal aplicación a gran escala de esta incipiente forma de energía, fue el alumbrado público y privado.

En Madrid, una de las primeras veces que se utiliza la iluminación por arco voltaico es en 1858, en la inauguración del abastecimiento de agua por medio del Canal de Isabel II. Con tal motivo se emplazó una fuente en la calle de San Bernardo, frente a la iglesia de Montserrat, con un potente foco de luz que "transparentaba el agua que caía en menuda y rizada espuma", según decían las crónicas de la época.


Primera iluminación por electricidad en Madrid. 1858
1858. Inauguración del Canal de Isabel II. Fuente iluminada con lámpara de arco voltaico

Pero es con la invención de la lámpara incandescente en 1878, cuando la iluminación eléctrica se hizo completa realidad.

La Exposición Universal de París de 1881, dedicada exclusivamente a la electricidad, es el gran escaparate donde se muestran los descubrimientos más importantes de máquinas y aparatos, y donde se dan cita todos los inventores.

Sin clausurar aún la exposición de la capital francesa, ya la Junta Directiva del Casino de Madrid anunciaba que en el nuevo local social que estaba levantando en la calle de Alcalá se instalaría un sistema de alumbrado con lámparas de incandescencia.

Pero es el Teatro Español el que se adelanta con una instalación provisional de prueba a finales de ese año, y también de manera temporal la iluminación que se montó para un concierto nocturno, el 13 de junio de 1882, en el Parterre del Retiro.

Parece ser que la primera instalación definitiva con alumbrado incandescente fue la que se dispuso en el Palacio de Buenavista, sede entonces del Ministerio de la Guerra, inaugurada el 27 de junio de 1883.


Primera iluminación estable en Madrid
Primera iluminación estable en Madrid con lámparas incandescentes. 1883.
Jardines y fachada principal del ministerio de la Guerra (Palacio de Buenavista), hoy Cuartel General del Ejército

Pese a todos los nuevos inventos y aplicaciones, la tecnología eléctrica era todavía incierta, con gran número de problemas tanto en lo que se refiere a la producción a gran escala, como a la transmisión —que solo podía hacerse a pequeñas distancia— y a sus usos. Sí tuvo desde el principio el prestigio derivado de su utilización como elemento de lujo en teatros, cafeterías y grandes almacenes, lo que hizo que su uso se fuera extendiendo entre los grupos de rentas altas —la luz de los ricos se la llamó—, provocando con el tiempo un efecto de mimetismo en las capas más bajas de la sociedad.


Primeros años de la iluminación eléctrica

Ya metidos en el siglo XXI, disfrutamos plenamente de ese bien tan preciado e imprescindible como es la energía eléctrica, capaz de generar luz, mover las máquinas en las industrias y en las viviendas proporcionar, por el uso masivo de electrodomésticos de todo tipo, un confort que supera lo nunca imaginado. Resulta por ello casi difícil de comprender que desde que empezó su uso en el siglo pasado, y hasta los años cuarenta y cincuenta, su aplicación en Campo de Criptana casi se limitara, como en la mayoría de nuestros pueblos, a alimentar unas tristes bombillas.

No obstante, fue ya en 1898 cuando se abordó por iniciativa de Alfredo Ruescas cuando aquí se afincó y abrió una bodega —su consolidación debería esperar unos años más— la instalación de alumbrado eléctrico por las calles, para lo que se otorgó concesión a la sociedad Jacobo Blumenfeld. Y en ese mismo año se realizó la subasta de las obras para la instalación de telefonía, que quedó desierta por falta de licitadores. Sin embargo, un año después funcionaba.


Llegó la luz y la telefoná a Criptana
La luz llegó a Criptana por iniciativa de Alfredo Ruescas, financiero, bodeguero y varias veces alcalde
a finales del siglo XIX y principios del XX

Durante muchos años, el alumbrado público era un tanto raquítico, y se reducía a una lámpara de baja potencia, que como tenue ascua iluminaba algunas esquinas. Por la noche, sin luna, era andar como a ciegas.

En muchas casas ni siquiera disponían de este adelanto, y en las pocas que si tenían, sólo había bombillas en la cocina y en algún dormitorio, colocándola, en lugar de colgada en el centro de la habitación, junto a un ventanuco con la alcoba inmediata, para que así alumbrase las dos dependencias.


Uso miserable de las bombillas
Una bombilla en cada esquina                                         Bombillas compartidas para varias habitaciones

Desde luego, las líneas eléctricas y las estaciones de transformación no estaban diseñadas para abastecer de la energía que, en desenfrenado aumento, cada día se demandaba, y eran muy normales las fluctuaciones de tensión y lo apagones. Incluso ya bien entrados los años cincuenta, era matemático que el primer trueno que habitualmente desencadenaba una tormenta de verano, trajera consigo el fastidio del corte de corriente. Recuerdo que por aquella época, en Radio Madrid ponían todas las tardes el famoso serial de Ama Rosa, patrocinado por Muebles López de la calle Luchana, de Madrid; pues bueno, la avería siempre coincidía con la radionovela, para fastidio de todos los oyentes. Mi madre tenía una ventaja, y es que salía corriendo a casa de su amiga Tere, que disponía de transistor, y allí terminaba de oír el relato. Su marido, Paco Ortiz, era el jefe de zona de Centrales Eléctricas Navarro (Julián Navarro), que tenían centros de producción hidroeléctricos en varios saltos de agua en el río Júcar y en las Lagunas de Ruidera, y operaban en un sector de las provincias de Toledo Cuenca, Ciudad Real y Albacete. Naturalmente, conocedores de las aplicaciones de la electricidad, que además les salía totalmente gratis, tenían la casa atiborrada de electrodomésticos —muchos de ellos, alemanes— que en el pueblo sólo veíamos en las películas, y entre ellos el transistor, que sería de los primeros que salieron al mercado.


Los seriales radiofónicos de entonces
La radio de nuestra casa y el transistor de Tere "la de la Luz"

Las oficinas de la compañía eléctrica y un transformador general estaban en la calle de la Reina, frente a mi casa y a la de mis abuelos, y allí también tenía sus pertrechos el destacamento de operarios de tendido y mantenimiento de líneas. Uno de los primeros encargados antes de la guerra fue Rigodón, que vino de Tarazona. Recuerda mi padre que era socialista, y que su despacho estaba presidido por un gran cuadro de Pablo Iglesias. Él y su mujer, Alfonsa, eran muy amigos de mis abuelos, y también los chicos y chicas de una y otra familias. Igual ocurrió con otro que vino después, Fernando Pérez, que incluso uno de los hijos fue novio desgraciado de mi tía Felicidad, muerta muy joven. Y lo mismo con Ortiz y Tere, que eran de La Roda, y aquí tantos años estuvieron.

Era una pequeña compañía eléctrica, muy familiar, con padres e hijos trabajando juntos, que luego fue absorbida por Unión Eléctrica.


Casa de la Luz
Casa de la Luz, en la calle de la Reina

En 1933, Centrales Eléctricas Navarro acometió el proyecto de llevar una línea eléctrica a Arenales de la Moscarda desde Río Záncara. Sería de corriente alterna trifásica, de 15.000 voltios de tensión, capaz de proporcionar alumbrado y fuerza motriz a nuestra entonces pedanía. Las tarifas podían ser a tanto alzado —así era una modalidad de contrato por aquellos años—, que oscilaban entre las 2 pesetas al mes por la bombilla más pequeña, la de 10 vatios —poco podía alumbrar— y 5 pesetas por la de 50 vatios. Otra modalidad era por contador, con un precio de 90 céntimos el kilovatio-hora consumido, que luego iba reduciéndose a mayor gasto.

Para su utilización como fuerza motriz (motores) y siempre de sol a sol, de igual manera las dos modalidades. Tanto alzado y hasta 5 CV —entonces se utilizaba más las siglas inglesa HP para el caballo de vapor o de fuerza (Horse Power)— a 1 peseta por HP y día; más de 5HP a 250 pesetas por HP al año. Y por contador, a 30 céntimos el kilovatio-hora para instalaciones pequeñas y a 25 céntimos para las grandes. Todo bastante claro y concreto.

Volviendo a los apagones, eran tan habituales, que las palmatorias con una vela y su caja de cerillas estaban siempre en las cornisas de las cocinas y en las mesillas de noche de las alcobas. Si se necesitaba más luz (más de una vela) se usaban los candelabros, con diferentes brazos, en hierro, cobre, latón, de cerámica, de plata e incluso en casa de mucha alcurnia de oro.


Palmatorias y candelabros
Palmatorias y candelabros

Y tardo mucho tiempo en desaparecer el uso de los candiles, velones y quinqués, tan utilizados antaño cuando eran los únicos aparatos para proporcionar la luz.

Los candiles eran unas lámparas de hojalata, hierro o latón, de forma abarquillada, que tenían por delante un pico y por detrás un mango con una varilla y un garabato para colgarlo. Dentro de la parte abarquillada se acoplaba otra similar, más pequeña, que se llenaba de aceite, y en el pico se acoplaba la mecha o torcía de algodón, que es la que se encendía para dar la luz. En el campo, cuando no se tenía nada a mano, hasta una simple patata vaciada servía para contener el aceite y, con una mecha de fibra vegetal fabricar un rudimentario candil.

Otro utensilio que se empleaba en aquellos tiempos para alumbrarse era el velón, cacharro de metal que en su parte abombada central se depositaba el aceite o el petróleo y de la que salían uno o varios pitorros, en los que se colocaban las torcías para alumbrar. Solían tener un artístico soporte y un gancho para colgarse. Los había también de sobremesa.


Candil, velón, Quinqué y lamparillas de aceite
Candil, velón, quinqué y lamparillas de aceite

El quinqué era una lámpara de mesa alimentada con petróleo o aceite, provista de tulipa de cristal y con luz regulable subiendo o bajando la torcía. De las mismas características eran los faroles, pero de formas más toscas, entre paredes de cristal, y con asa o mango para llevar o colgar.

En algunas casas empleaban lámparas de carburo, que daban una luz muy intensa, pero que por producir un olor desagradable no se utilizaban en sitios cerrados. Consistían en un depósito o reactor cuya finalidad era la producción de acetileno a partir del carburo de calcio y agua. Los puestos ambulantes de mercadillos y ferias eran muy partidarios de este sistema de alumbrado, antes de que aparecieran los farolillos de butano o los pequeños motogeneradores.


Faroles de vela y de petroleo y lámpara de carburo
Faroles de vela y de petroleo y lámpara de carburo

El carburo lo empleábamos los chicos para hacer travesuras. Poníamos en el suelo, semienterrado boca abajo, un bote con un terroncito de carburo, y con otro bote echábamos agua encima o, simplemente, meábamos. Cuando el terroncito se humedecía, desprendía gases, y al acercarle la llama de una cerilla, el bote volaba por los aires.

Los modernos pilotos que se acoplan a un enchufe y mantienen una luz tenue, de vigilancia, en habitaciones de ancianos o de niños pequeños, por ejemplo, tenían antes su versión en las lamparillas de aceite con mariposas. Consistían en un vaso o taza con agua y aceite, sobre el que flotaban las tales mariposas, formadas por un trocito redondo de cartulina fuerte, del tamaño de un euro, y otro de corcho, unidos y pinchados ambos por el centro con una cerilla. Se hacían en las casas de manera artesanal o se compraban en las tiendas, de la marca San Juan Bosco, que posiblemente era la única a nivel nacional. Se empleaban también como lámparas votivas el día de los Difuntos.


Palomillas de aceite
Mariposas en aceite